Lo que nos emocionó
Un movimiento puso en jaque al sistema desde la decisión de las personas de que se escuchase su palabra. El 15M multiplicó redes que impactaban en la línea de flotación de los medios convencionales. Parecía una experiencia que conducía a un nuevo estado de cosas, pero su impulso solo permaneció en el descontento de una sociedad relegada, que elige más por animadversión que por confianza. Se diluyó aquel unirse para construir, sustituido por mercadeos para que unas caras u otras tomen protagonismo institucional.
Me incorporé a la corriente para ver cómo se disolvía aquello. Primero, al ver a Pablo Iglesias como Atila de lo que cuestionase su efigie. Después, al ver a las cúpulas desconectarse de quienes las habíamos elevado como nuestra voz. Como licencia poética, los nombramientos se hicieron desde arriba, pero la desilusión comenzó cuando la dirección nos olvidó: enrocada en los privilegios, los debates se habían transformado en actos litúrgicos inanes.
En las siguientes elecciones locales, la cúpula se dolía: la efervescencia había desaparecido. A mí me parecía que porque habían decidido que su opinión exclusiva era suficiente. Si no participábamos, nos callábamos, y el gobierno municipal se fue al garete, como amenazan hacer las restantes cuotas de poder logradas.
Hoy la discusión está en quién suma en Sumar. Lo que se pretende parece otra vez organizado alrededor de una persona de virtudes estimables, pero que no representa las nuestras, ni nuestros defectos. El baile les pertenece a las figuras notables; las anónimas veremos en la web el bonito traje ideológico de no sé quién y sus adláteres. La pirámide de siempre; la frustración habitual.
Viene ahora la urgencia de comparecer. El proyecto parece el mejor para reconstruir espacios perdidos, pero solamente quiere nuestro voto. Se ha vuelto ajeno: no participaremos en las listas ni opinaremos en el programa. No importa. No obstante, importa que los muñecos que salgan asuman un compromiso que arriesgue la comodidad en beneficio de la expresión colectiva. Tal vez la fuerza en un lugar de privilegio se exprese mejor libre de interferencias; pero estas pueden llevarse ordenadamente al debate, y creo que la resultante de millones de voluntades llega más lejos que una acción individual. No hay tiempo para hacer candidaturas desde abajo, pero sí para un compromiso creíble de que, pasada la coyuntura, vamos de nuevo hacia lo que un día nos emocionó.
Carlos Arias
Artículo publicado en gallego en El Correo gallego, 15/06/2023 (edición en papel)